Sin novedad, como dice la jerga policial. Mi esfuerzo por retomar mi vida anterior avanza. Ya casi completamente estoy ejecutando mis viejas actividades, hasta el punto que, si no fuera por el bendito ruidito, no hablaría de diferencias.
Me he lanzado a la calle a realizar mis actividades de frente: giro con el carro por aquí y por allá, lo reparo, compro, camino, en fin, ando más activo.
El acúfeno me acompaña como si fuera una parte más del cuerpo, un apéndice indesprendible. ¡Y eso casi lo estoy viendo normal!
La ciudad y la gente se han hecho más vivaces con la entrada de la época decembrina. Todo es azogue y huele a movimiento, a mercado.
De la enfermedad y sus tratamientos me han quedado deudas, y me ahora me muevo para pagar. Vendo en la Internet y los conocimientos adquiridos con flores de Bach y aromaterapia ya, también, me están dando mis “pingües” ganancias.
A propósito de ello, de los amigos a quienes he “recetado” con las flores y algunas esencias, me han referido cambios positivos en dolencias. La mayoría de los casos presenta trastornos del sueño y casi todos, entre amigos y parientes, han resuelto su problema (a excepción de mi propio padre, que no quiere dejarse “persuadir” por las gotas). Casi todos duermen. Yo mismo estoy consumiendo las flores y mis aromas. Mi punto de venta es este: “Flores de Bach. Cúrese en casa usted mismo”.
Ayer domingo di una vuelta por la cinemateca y vi unos animados. Caminé un rato, mirando los anuncios del Festival de Teatro de Caracas, al cual acecho para entrar a ver una obra.
Yo sigo con lo de siempre: mi doctora homeópata, mis colónicas, mi acupuntura, mis medicamentos…, mi ruido. Pero estoy bien, siempre con la esperanza de vencer y descubrir un buen día que las odiosas chicharras se han ido.